sábado, 6 de abril de 2013

De la idea a la acción

Con permiso de su autor (Científico titular en el Institut de Ciències del Mar del CSIC) reproduzco aquí una entrada del afamado y muy recomendable blog "The Oil Crash" http://crashoil.blogspot.com.es/.
Cuando desde la fundación TMA hemos apostado por traer un fab lab a León nuestra visión, más allá de las máquinas, ha sido la de crear un entorno que permita que personas con distintas ocupaciones, experiencias, formación o capacidades, pero que compartan valores (como la curiosidad o la iniciativa) puedan intercambiar, además, necesidades identificadas, ideas, soluciones y convertirlas en proyectos en los que puedan colaborar.
A muy pequeña escala aún, ya está pasando. Una de las satisfacciones más grandes que nos proporciona este proyecto es ver como personas que se han conocido en el fab lab y que vienen de mundos (incluso ciudades) tan distintos como la ingeniería, la arquitectura y el arte empiezan a compartir conocimientos, contactos y experiencia, y a ayudarse mutuamente en sus proyectos.
La necesidad existe: desempleo, crisis económica, fracaso escolar, ... Cualquiera que siga The Oil Crash encontrará las causas últimas en la crisis energética y concluirá que "esta crisis no acabará nunca". 
Pero no por ello es menos cierto que para llegar aquí contribuido una crisis de valores, de pasividad, de apatía, de pensamiento mágico, de fatalismo, ... Y si bien porque cambiemos de actitud no va a volver a manar el petróleo barato, es un cambio necesario (quien sabe si suficiente) para que nuestras sociedades puedan superar los actuales paradigmas y adaptarse a la cruda realidad de manera menos traumática.
Por otro lado, nuestro comportamiento es lo único sobre lo que realmente podemos tener todo el control.
Pasemos a la acción. Nosotros hemos empezado por montar un fab lab en León.   
Les dejo con Antonio Mª Turiel Martínez (por cierto, un amigo de León).

 

De la idea a la acción




Queridos lectores,

Durante la última semana he vivido una curiosa sinergia de conversaciones, todas ellas provenientes de ámbitos más o menos desconectados pero que al final acaban convergiendo sobre el mismo punto: la necesidad imperiosa de favorecer un cambio sobre todo perceptual en nuestra sociedad, como única manera de evitar el colapso. Mis interlocutores no se han puesto de acuerdo entre ellos para plantear estas cuestiones, y a pesar de ello sus pensamientos han coincidido en tiempo y fondo, aunque no en la forma de plantear su idea. Y justamente una de las primeras dificultades surge en esa forma, y en saber hasta qué punto uno está dispuesto a apostar por el cambio que necesitamos.

Los primeros en plantearme la cuestión fueron unos viejos y buenos amigos de León, una pareja a la que conozco de hace tantos años que casi me da vergüenza decir cuántos. Nos vimos la semana pasada durante unos días de asueto que aproveché para ir a ver a mi familia. Con tanta familia como yo tengo me resulta difícil encontrar un hueco para ver a los amigos de toda la vida, así que sólo pudimos quedar para tomar un café. Estos amigos tienen una empresa mediana que hasta ahora había capeado con dignidad pero no sin sobresaltos la crisis. Sin embargo, las perspectivas a medio plazo parecen funestas; en cinco minutos me repasaron los hechos más relevantes de cara al futuro y no pude menos que estar de acuerdo en que las cosas no pintan nada bien para ellos. En seguida me pidieron mi opinión sobre el futuro más cercano, la cual les di, y la estuvimos analizando. Al finalizar, ambos me plantearon la necesidad de crear un foro de debate a nivel de León para definir el nuevo sistema, el nuevo paradigma que se necesita. Estábamos hablando de crear una nueva base para el desarrollo económico de la zona, pero en seguida nos centramos en la necesidad de contar con filósofos, con pensadores, con gente que pudiera enunciar los nuevos valores en los que se tiene que basar la nueva sociedad. De cómo se tiene que plantear una propuesta válida para la sociedad y animar a ésta a involucrarse en este proyecto vital.




Unos días más tarde Ugo Bardi me hizo partícipe, junto con muchos otros, de un documento de discusión muy interesante sobre por qué la concienciación sobre cambio climático no consigue penetrar en la sociedad, cuáles son las barreras que se identifican y cómo tenemos que hacer para superarlas (su último post también va de eso). Uno de los aspectos clave de la discusión era cómo evitar que la gente que es capaz de entender el concepto (porque cuadra con sus estructuras mentales previas) caiga en la negación pasiva del problema si no ve soluciones factibles a su alcance. Para ello, se necesita una narrativa movilizadora, posibilista, que promueva a la acción, que convenza al sujeto receptor de que él puede ser actor y motor del cambio, que de hecho tal cambio será posible si muchos como él se ponen en marcha. El documento después desarrolla el cómo configurar esa narrativa.



Prácticamente al mismo tiempo comencé a recibir mensajes de un grupo de discusión al que casi inadvertidamente me he suscrito hace poco, que involucra a personalidades tan relevantes como Ted Trainer y Saral Sarkar. La discusión pormenorizada es apasionante: un análisis detallado de los diferentes grupos que han intentado o intentan promover cambios esenciales en nuestra sociedad y por qué han fracasado. La dificultad mayor identificada en este documento es la de que pocos individuos conocen e integran en su discurso todos los aspectos involucrados por esta crisis sistémica (desde los límites físicos al crecimiento hasta la imposibilidad de promover un cambio del sistema desde dentro), con lo que la transmisión de este mensaje se hace ardua, porque además choca con las barreras perceptuales de la mayoría de la población (cosa que, desde mi modesta trinchera, conozco bastante bien).



La última de estas conversaciones sinérgicas tuvo lugar ayer en Facebook, entre los participantes habituales del programa Radioactividad. Juan Carlos Barba nos trasladaba una pregunta de un oyente: ¿por qué los esfuerzos de divulgación de la realidad de la crisis energética sólo llegan a unos pocos, por qué en realidad siempre hablamos a los mismos mientras que la mayoría en realidad no nos escucha? De aquí surgió un pequeño debate de tintes mayormente pesimistas, más centrado en el por qué de nuestro compromiso divulgativo (voluntad de servicio, interés en el bien común) que en el por qué de nuestro escaso predicamento. Nuevamente, el problema de las barreras perceptuales surge con fuerza.



El nexo común de las cuatro conversaciones era, siempre, las barreras perceptuales de la mayoría de la población. La dificultad (a veces enunciada por mis interlocutores directamente como la imposibilidad) de hacer entender un discurso que choca frontalmente con el discurso dominante y con las expectativas creadas en la mayoría de la gente respecto a su futuro.

¿Qué es lo que necesitamos, pues?

Necesitamos un nuevo discurso. Necesitamos una narrativa clara, heroica, que convierta a la mayoría de la población, que se asume a sí misma como masa indefensa y sumisa, en protagonista entusiasta de su futuro. Antes que discutir cuestiones técnicas sobre el aprovechamiento de la energía y de los materiales, del uso del agua, del suministro de los alimentos, del nivel adecuado de población para un planeta que en definitiva es finito... antes de todo esto necesitamos decir una serie de cosas bien claras, y necesitamos decirlas de tal manera que a la gente le resulte evidente que han de apostar por un proyecto de vida y futuro y abandonar uno de muerte y pasado.


Fácil de decir, extremadamente difícil de hacer. Empecemos por enunciar una serie de verdades simples que se han discutido a lo largo y ancho de este blog.

  • El sistema capitalista, tal y como se ha entendido durante los dos últimos siglos, está llegando a su fin. No es posible mantener el crecimiento infinito en un planeta finito, y esta crisis no va a acabar nunca, porque es físicamente imposible volver a lo de antes. El suministro de petróleo peligra, el suministro de energía de todas las fuentes no renovables (petróleo, gas, carbón y uranio) podría llegar a su máximo en tan sólo 4 años más (demoledor informe que acaba de publicar Energy Watch Group), y estamos hablando de las fuentes que suministran el 92% de la energía primaria del mundo. Y no sólo va a faltar la energía: muchas materias minerales están ya muy agotadas, aparecen en filones de concentraciones muy bajas, y sólo pueden ser explotadas usando mucha energía; faltando ésta, la producción de las minas de oro, plata, cobre, estaño y tantos otros metales caerá en picado. Hasta la producción agrícola es fuertemente dependiente de una inyección masiva de energía. Nuestro sistema se enfrenta a una carestía de todo al mismo tiempo que puede sobrevenir muy repentinamente.
  • No hay alternativas viables; el tiempo de las soluciones tecnológicas ha pasado ya: Como tantas veces se ha explicado en este blog los sistemas de explotación de energías renovables que se están planteando ni llegarán a tiempo de parar el golpe ni, mucho más grave, tienen la capacidad de cubrir todo el suministro actual de la energía fósil y el uranio. Peor aún: estos sistemas están centrados en la producción de electricidad, cuando en realidad necesitamos otros vectores energéticos y su aprovechamiento nunca va a ser pleno. Tampoco la energía de fusión ni las nucleares de 4ª Generación ni mucho menos la estafa del petróleo y el gas de esquisto explotados con el fracking van a darnos la salvación. Llevamos 6 años de crisis  y las promesas no se cumplen, sólo llenan columnas de diarios, son sólo promesas de papel, mientras la situación en la calle se agrava y, señores, a los científicos no nos están dando más dinero para solucionar estos problemas -que no tienen solución, en realidad- sino menos. No hay tiempo para hacer una transición a gran escala, ni capital, ni materiales y poco a poco ya no hay/habrá mercado de consumidores. Es el momento de entender que hace falta actuar sobre la cuestión social antes que sobre la cuestión técnica.
  • El intento de prolongar artificialmente la vida de este sistema agonizante sólo puede causar sufrimiento y muerte. No hay vida dentro del sistema actual; se está muriendo y con sus coletazos irá destruyendo todas las cosas que nos rodean y que creíamos garantizadas de por vida. Las medidas de austeridad que se implementan hoy en día en cada vez más países occidentales no buscan reactivar la economía sino garantizar la devolución de la deuda a los grandes acreedores internacionales, y se está trasladando abusivamente esa deuda, que es mayoritariamente deuda privada, hacia deuda pública que se carga en la cuenta de todos. Ese proceso de imputación ilegítima de la deuda no acabará espontáneamente puesto que el nivel de deuda es simplemente inasumible, y se continuará cargando sobre los Estados hasta que quiebren y aún después, hasta su destrucción total, en una lógica económica que simplemente ya no tiene sentido en un mundo de recursos no ya escasos sino menguantes. Mantener el paradigma actual obligará a que la población tenga que menguar de la misma manera, causando enorme mortandad ya sea indirectamente mediante el hambre y las revueltas, o directamente mediante guerras; y tal cosa no sucederá, como era habitual, sólo en países del Tercer Mundo, sino también en su país, querido lector, sea éste España, Francia, Alemania o los Estados Unidos de Norteamérica.
  • No se trata solamente de conseguir un cambio político: Ciertamente, hay un nivel de corrupción en la vida pública de nuestros países que clama al cielo, pero esta corrupción es mayoritariamente efecto y no causa: no debemos mirar el dedo, sino la Luna. Si cambiamos nuestro sistema político y mantenemos el económico, como igualmente nuestros recursos serán menguantes, igualmente el poder económico volverá a corromper al político y las cosas volverán al punto de partida. Hasta que no entendamos que hace falta reformar el sistema económico (y también el político seguramente) no avanzaremos ni medio milímetro.
  • No es cierto que no haya alternativas viables al sistema actual. Sí que las hay, y no son -como tantas veces se presume en las discusiones- los corruptos y fallidos sistemas comunistas de los países del Este durante el siglo XX. Son sistemas económicos basados en el no crecimiento, en la estabilidad, en la sostenibilidad. Son los paradigmas desarrollados por la Economía Ecológica, o la escuela de la Economía del Estado Estacionario, o tantas otras. Aún hay mucho aprendizaje que hacer, pero los fundamentos teóricos son claros: la economía es parte de la ecología, del mundo físico en el que nos movemos, y tanto insumos como externalidades deben ser propiamente contabilizados.
  • No es cierto que no podamos cambiar las cosas: En última instancia, los resortes últimos de todo, desde la producción de bienes económicos hasta las instituciones públicas y privadas, son las personas. Personas que, como tú y como yo, quieren una vida digna para ellos y para sus descendientes. Si comprendemos que no hay vida posible en el sistema actual, todos actuaremos para buscar una alternativa razonable, desde el banquero de Wall Street hasta el carnicero de tu barrio.
  • Necesitamos el cambio:  No podemos permitir que nuestro vecino y sus hijos acaben rebuscando en la basura para comer o se dediquen a robar. Mañana podrían ser nuestros amigos, nuestros hermanos o nosotros mismos. No tiene sentido aferrarse a algo que nos arrastra hacia el fondo de una sucia y fría ciénaga. Necesitamos el cambio. Necesitamos vivir sin este estrés de no saber si el año que viene tendremos trabajo o podremos pagar la hipoteca. Necesitamos vivir, ser felices, sonreír. Necesitamos ser humanos. 



Ése es el armazón. Ahora, a partir de él, tenemos que construir la historia. Nuestra Historia. Su historia, querido lector. Porque si queremos construir el futuro, si creemos que el cambio y el futuro es posible, tenemos que salir todos, Vd. también, ahí fuera y decirlo bien alto. Apague el ordenador, levántese del asiento, salga ahí fuera y construya, construyamos, nuestra Historia. 


Salu2,
AMT

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